lunes, 20 de abril de 2015

El ratón y la luna





Erase una vez un ratón bigotudo que vivía en lo más profundo de los bosques del Montseny. Era este un ratón peculiar pues tenía una característica que lo hacia diferente a todos los demás miembros de su gran familia y es que era el roedor con más imaginación de cuantos habían habitado aquellas montañas, siempre andaba inventando historias increíbles y canturreando melodías creadas por él mismo. Su familia ya estaba acostumbrada y le querían tal y como era, a pesar de en más de una ocasión les sorprendía con alguna peripecia que aterrorizaba a los más ancianos, como montarse en una hoja de haya y dejarse caer desde lo alto de los árboles.

Una noche como otra cualquiera, a nuestro ratón se le ocurrió salir a pasear por un pinar cercano, aunque sabía perfectamente que estaba prohibido abandonar el nido después del atardecer.
Cuando ya llevaba un rato caminando percibió una luz muy extraña que empezó a inundar todo, y es que las nubes que tapaban la luna llena dejaron paso a su gran resplandor. El ratón miró hacia arriba y contempló con los ojos muy abiertos aquella enorme bola blanca e inmediatamente su mente imagino que aquello era un enorme y delicioso queso.

Con la idea de probar aquel rico manjar subió al la copa del árbol más alto y, una vez allí, se encaramó a una hoja estirando las patitas delanteras para ver si podía alcanzarlo, con tan mala suerte que de un tropiezo calló del árbol quedando tendido en el suelo. Lo encontraron a la mañana siguiente un poco maltrecho pero con una gran sonrisa de oreja a oreja, pues él imaginó que su caída fue sobre una gigantesca, esponjosa y sabrosa bola de queso.

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